Entrevista a Fabricio Vásquez, ingeniero en Ecología Humana y especializado en temas de desarrollo rural en el Paraguay. Desde su especialidad y experiencia como investigador independiente, define al fenómeno de la expansión de la soja en su país como un problema de soberanía, mucho más allá de las implicancias del cultivo en sí mismo. Por Martín Pardo.
La expansión sojera en Paraguay es sin duda un tema de debate, pero además con el agravante de haber estado signado por la violencia, se ha hablado hasta en términos de “guerra de la soja” para definir la situación en ese país. ¿Cómo observas este fenómeno desde tu especialidad?
La situación de la soja en el Paraguay es muy particular. Desde mi punto de vista que sea transgénica o no, no es lo más importante. Porque la expansión ha llegado a ser algo tan potente y estructural que ha dejado de ser un problema agrícola, a diferencia de otros países donde puede ser un problema más entre muchos otros. Sin embargo en Paraguay esto se ha convertido en una cuestión estructural, hay organizaciones de campesinos que ya no se llaman “lucha por la tierra”, sino que plantean “defendamos la soberanía”. Entonces el sistema sojero que consume más y más espacio porque necesita permanentemente de nuevos territorios, viene generando no solamente un problema de migración rural a la zonas urbanas, que es algo históricamente normal, sino el desplazamiento de culturas paraguayas y la implantación de territorios construidos bajo modelos brasileños. Allí se impone el idioma portugués, estructuras urbanas brasileñas, con autoridades locales electas de origen brasileño. Entonces estamos hablando de un fenómeno mucho mas amplio que el cultivo de soja en sí.
La respuesta puede resultar hasta obvia, pero evidentemente este modelo productivo no beneficia al sector del campesinado. ¿Quiénes son los grandes beneficiarios, los privilegiados de la “sojización” en el Paraguay?
El modelo brasileño, los actores socioeconómicos brasileños que son los que conducen el proceso de la soja y luego le siguen algunos grandes productores paraguayos. Pero los grandes sojeros paraguayos tienen como máximo 3.000 hectáreas y hay brasileños que tienen hasta 37.000 hectáreas. Los aliados paraguayos al sistema sojero son pequeños y además son pocos, pero es cierto que también comienza a imponerse una campaña propagandística muy grande en el país donde se alude a que es el sexto productor de soja mundial. De eso también se beneficia todo el aparato estatal en cierta medida.
Pero la soja no solamente está generando perjuicios para la agricultura campesina. Increíblemente tampoco es gran negocio para el Estado, en la medida que no cobra abultados impuestos en este sector. En la Argentina y en Brasil los productores de soja pagan un impuesto a la exportación importante, pero en el caso paraguayo ni siquiera eso. El Estado no recibe ingresos por ese concepto. El año pasado incluso el presidente quiso aplicar un impuesto de 7%, que sigue siendo muy bajo en términos comparativos, pero los sectores productivos sojeros paraguayos se opusieron.
¿Hay otros actores, por ejemplo empresariales, que incidan o presionen sobre esta situación?
Sí. Por ejemplo las empresas trasnacionales vinculadas a la comercialización, pero ese es un asunto muy complejo. En todo caso yo creo que es muy importante resaltar que no existe soja paraguaya, existe soja en Paraguay. La soja en nuestro país forma parte del dispositivo brasileño, la EMBRAPA (agencia estatal brasilera de investigaciones agropecuarias) pasa el “puente” (frontera), hace investigaciones, da asistencia técnica en Paraguay, también se brindan servicios de aplicación de agroquímicos cuando vienen desde Brasil con sus aviones, etc. Es decir, las fronteras no existen, estamos ante un fenómeno de control de territorio. Entonces no solamente hay un fenómeno de expulsión de campesinos y perjuicios económicos para ese sector, se afecta a la soberanía del país ya que el Paraguay no se beneficia de estas explotaciones.
Y en este debate, ¿cuál ha sido el rol del gobierno? ¿ha mostrado en algún momento sensibilidad o preocupación sobre las consecuencias sociales, ambientales y económicas de este proceso expansivo?
Yo lo que veo es que hay muy poca reflexión, porque históricamente el Estado paraguayo y su poder político, fuertemente concentrado en Asunción, tiene una gran proximidad con el poder económico, productivo, sojero y ganadero. Entonces estos sectores están muy cercanos al Estado y no se generan instancias de análisis, ya que no están primando en ese sentido los grandes intereses nacionales. En algunos casos los sojeros paraguayos (que controlan sólo el 20% de la superficie destinada a este cultivo y el 10% de la producción total nacional aproximadamente) son los que presionan y exigen al Estado que mantenga determinadas condiciones. Pero en general no existe una postura clara del Estado.
Otra consecuencia de esta debilidad del Estado puede verse en la deficiente aplicación de la legislación existente, que tenemos entendido que en materia ambiental y productiva es importante.
En Paraguay tenemos además dos condicionantes históricas, características culturales que nos son negativas y que nos alejan de la formalidad. No se compatibilizan ciertas normas e instituciones con algunos comportamientos económicos. Es una gran discusión, hay quien dice que se debe a que no tuvimos una gran migración europea que “nos formalice”. En realidad hemos comprado el “kit del Estado Nación” y lo tenemos para mostrarlo cuando haga falta en un papelito, pero en realidad seguimos jugando con “otras reglas”.
¿Como se puede impulsar un modelo de desarrollo alternativo, considerando la diversidad y las riquezas que el territorio del Paraguay tiene?
Es muy complejo porque en Paraguay es difícil hablar de soja sustentable o de soja responsable; eso es forzar mucho. Pero creo de todos modos que hay que ponerle algunas piedritas al gigante. En el caso del Paraguay no pasa simplemente por una reconversión productiva, pasa por una reconquista territorial; por ejemplo, algunos militares están hablando de volver a enseñar guaraní en las fronteras. Y que los militares estén preocupados por ese tipo de cosas es un indicador fortísimo, es decir no estamos hablando de un planteo de ONGs de izquierda, sino de los militares. Desde mi punto de vista se impone un plan de reordenamiento territorial, donde el criterio principal no sea la capacidad de uso y explotación de suelos, sino que también se consideren las expresiones culturales del país, las que predominan. Pero es indudable que hay que apuntar a frenar la expansión de la soja, la expansión de la frontera sojera y respetar los lugares donde hay una larga historia de asentamientos campesinos en el Paraguay. Se tiene que pensar en términos de reordenamiento territorial.
¿Como observas los procesos de intercambio de experiencias entre distintas realidades nacionales de la región, a partir de la problemática común de la expansión de la soja?
Son muy positivos por una cuestión estratégica. Creo que si bien todo el modelo paraguayo sojero está en una situación gravísima no sólo por lo productivo, la participación del Paraguay en los ámbitos regionales va a favorecer al país. Por mínimas que las respuestas sean, el hecho de que sean regionales le da una gran fortaleza. Por eso veo muy positivo este trabajo, pero aclarando que la región tiene que trabajar en ciertos pilares centrales contemplando las especificidades de cada país. Esta instancia es sumamente necesaria, tomando en cuenta que justamente todos los actores del sistema funcionan en esta escala regional. Es decir no hay empresas nacionales, no hay tecnologías nacionales vinculadas a este sector, sino que se mueven a escala regional.
En ese sentido, ¿cómo se percibe desde el Paraguay al Mercosur como proceso de integración regional? Algunos han hablado de un momento histórico, por la proximidad ideológica que podría haber entre ciertos gobiernos importantes del bloque.
Desde el Paraguay seguimos viendo al Mercosur como un proceso que gasta mucho los trajes de los presidentes, por las palmas que se dan. Pero eso no se traduce en políticas claras. Lo de la proximidad ideológica es un chiste. Lula es un presidente socialista, pero sin embargo es el presidente de un país que imperializa al Paraguay, entonces muchas diferencias con Bush no tiene. Es más, para el Paraguay quizá sea un poquito más peligroso que Bush. El Mercosur se ha quedado en lo político, pero los actores están en una selva donde la identidad y los intereses mercosurianos no existen. Yo este proceso lo veo muy complicado, porque el Mercosur es una instancia de los Estados, sin embargo las economías las hacen mayormente los actores privados.
M. Pardo es politólogo y analista de información de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).